domingo, 6 de junio de 2010

¿Es Hidalgo espejo y síntesis del México real?



Aquiles Córdova Morán
El miércoles 26 de mayo asistí, en la ciudad de Oaxaca, a la presentación del segundo libro de cuentos de Gabriel Hernández García, un luchador social que conoce como pocos la problemática de los oaxaqueños humildes que trata de reflejar en su obra. Con tal motivo, pude escuchar a un destacado periodista oaxaqueño, director del Diario amanecer, que entre sorprendido e indignado preguntaba enfático a sus oyentes (cito de memoria): ¿cómo y por qué es posible que nuestros políticos y gobernantes mientan descaradamente afirmando que vivimos en una democracia, cuando no es así? ¿Por qué toleramos que digan que vivimos en un Estado de derecho y de leyes, cuando a todos nos consta que eso es mentira? Y contestaba él mismo: porque nosotros lo permitimos; porque los humildes no hemos aprendido a reclamar lo que nos corresponde. El lunes 31 vi en la televisión la reseña del acto de toma de posesión, como nuevo dirigente de la CNOP, del experimentado e inteligente priísta, Lic. Emilio Gamboa Patrón. De lo poco que se escuchó de su discurso me interesó lo siguiente (la cita tampoco es literal): los priístas hemos aprendido la lección, hemos aprendido de nuestros errores y hoy estamos mejor preparados para reasumir las riendas de la nación, harta ya de los yerros, las improvisaciones y la falta de visión política de quienes hoy nos gobiernan. Nadie ignora, en efecto, que el país está inconforme, inquieto y revuelto por la mala situación económica y por los nulos resultados de quienes prometieron sacarnos del atolladero si llegaban al poder. Y es cierto, por tanto, que el mayor error del PRI, en caso de que volviese a ganarlo, sería gobernar con las viejas mañas y con los viejos métodos; o peor aún, hacerlo copiando y “mejorando” lo más nefasto de la derecha en el ejercicio del gobierno.
La escandalosa contradicción entre el discurso y los hechos, viejo cáncer de la política a la mexicana, no se reduce a lo dicho por el periodista que cito. En San Luis Potosí, luego de dos sexenios panistas, el PRI recuperó el poder; pero los antorchistas rápidamente se han dado cuenta de que el nuevo gobernador, doctor Fernando Toranzo, no sólo conserva las prácticas represivas y de oídos sordos de sus antecesores, sino que tiende a reforzarlas y endurecerlas. A su respetuosa y hasta sumisa demanda de soluciones, ha respondido con cero diálogo y cero propuestas, a lo que se añade la ominosa declaración, copiada del panismo rampante, de que él no trata con “líderes” ni con “organizaciones” sino sólo con “ciudadanos”. Hidalgo es el otro caso. Meses, ¡años!, llevan ya los antorchistas gestionando solución a demandas elementales e inobjetables, y sólo han recibido evasivas, fintas y engaños. Estos últimos, por ejemplo, han llegado al grado de desconocer e incumplir minutas firmadas por los mismos titulares de las dependencias involucradas. Esta difícil situación se ha colocado súbitamente al borde de la tragedia en la comunidad indígena-huasteca de Pueblo Hidalgo, municipio de Tlanchinol, gobernado por un panista. Este señor, actuando como un déspota oriental, impuso a todos sus gobernados autoridades locales (delegados les llaman) a su regalado gusto, sin tomar en cuenta la voluntad popular. Los antorchistas de Pueblo Hidalgo se inconformaron y exigieron una elección abierta y democrática. Nadie les hizo caso. Llevan ya cuatro meses en plantón en la cabecera de “su” municipio, y lo único que han conseguido es guerra mediática, amenazas y desalojo violento que ya denuncié en su momento.
Para apoyar a sus compañeros huastecos, y por el incumplimiento de sus propias demandas, los antorchistas hidalguenses se instalaron en plantón permanente en Pachuca. De inmediato subió la temperatura del conflicto en Pueblo Hidalgo, poniendo así de relieve que todo lo mueve la misma mano. El sábado 29 de mayo, a altas horas de la noche, un grupo armado se introdujo al domicilio de Pedro Odilón Hernández, líder natural de los antorchistas; lo “amarraron” con reatas (a él y a su hijo de 16 años) y trataron de llevárselos. Sus compañeros se organizaron y lograron liberarlos; pero al día siguiente, domingo 30, ya reforzado con policía, el grupo agresor volvió y se llevó a Odilón y a cinco líderes naturales más. Los torturaron, los golpearon, los amenazaron con expulsarlos de la comunidad y con quemar sus casas, “pues el pueblo no quiere a Antorcha”, y finalmente los presentaron ante la “asamblea”, donde los obligaron a firmar un acta de renuncia a su militancia antorchista. La “asamblea” fue convocada formalmente por el delegado municipal, Maximiliano Félix Villegas, pero se trata de un títere del cacique cenecista Martín Peña, respaldado por la presencia del Secretario del Ayuntamiento de Tlanchinol, Mario Sánchez Castillo, y por la policía municipal. Al momento de escribir esto, se desconoce el estado de los secuestrados; sólo se sabe que hay cuatro heridos de gravedad, entre ellos Pedro Odilón, que no han recibido atención médica porque nadie puede entrar ni salir de la comunidad.
El gobierno del Estado se lava las manos echando la culpa al alcalde panista; pero todos saben que quien manda en Pueblo Hidalgo es Martín Peña, priísta, brazo ejecutor de la política de Miguel Ángel Osorio Chong en la Huasteca y señor de horca y cuchillo, que ha tratado siempre a los indígenas fusta en mano, como en tiempos de la colonia. Es a él, y no “al pueblo”, a quien no le gusta Antorcha. Los antorchistas de Hidalgo no se han dejado engañar y han iniciado una caminata desde Pachuca hacia el D.F., con la meta de llegar a Gobernación Federal y a Los Pinos a reclamar justicia. El antorchismo nacional, por su parte, está listo para apoyar a sus compañeros de Hidalgo. Pregunta obligada: ¿es así como el PRI reconoce sus errores y aprende de su pasado? ¿Es esto, o algo parecido, lo que nos espera a todos si recupera el poder? Es sólo una modesta pregunta.

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