miércoles, 30 de julio de 2014

VENTANA ABIERTA: CUESTIÓN DE PERCEPCION


TIJUANA, B. C. (SBC).- Todos en algún momento de nuestra vida o en varios momentos nos  hemos sentido deprimidos o tristes por situaciones o personas que nos hacen sentir mal, incomodos.  En lo particular ha sido en pocas ocasiones, porque cuando por fin te conoces, comprendes que por encima de toda la majadería, o situaciones incomodas, está la belleza de la vida, el amor, la humildad, el respeto, en todas las personas bien formadas que comprenden lo que les rodea. Aunque más escasas porque cada día se está haciendo más grande el abismo entre las personas, cuando se juzga a los demás basados en la apariencia, en los estereotipos, en los títulos, en los cargos. En estos tiempos nadie es ajeno a la influencia de nuestra sociedad consumista, en la que importa más quien eres y que tienes y dependiendo del cargo que ostentes entonces es el trato, dependiendo de los bienes que tengas entonces obtienes un valor. 
Quiero compartirles una historia que leí de un violinista que en una estación del metro de Washington DC tocó el violín durante 45 minutos mientras las personas se trasladaban a sus trabajos. Todos apresurados, fueron pocos los que por unos segundos le tomaron atención.  Solo un niño de 3 años se detuvo a mirarlo pero su madre le instó a seguir el paso y este siguió su camino sin quitarle la vista al hombre.  Así consecutivamente fueron los niños los que querían escucharle y todos fueron forzados a seguir adelante. 
En todo ese tiempo solo 6 personas permanecieron, 20 brevemente se detuvieron pero para aventarle propina, la cual sumó 32 dólares. Al termino no hubo aplausos, no como los hubo dos días antes cuando el violinista Joshua Bell, siendo uno de los más talentosos en el mundo había interpretado una de las piezas más complejas en un violín con valor de 3,5 millones de dólares en el teatro de Boston donde los boletos de menor costo fueron de 100 dólares. 
Esta historia la conocemos hoy por el diario The Washington Post, como un experimento que realizó sobre la percepción, el gusto y las prioridades de la gente, con el fin de exponer como en un entorno común a una hora inapropiada se percibe la belleza, si nos damos el tiempo para apreciarla y si podemos reconocer el talento en un contexto inesperado. 
Esta historia ejemplifica perfectamente que la mayoría de las personas se pierden de toda la belleza palpable que está alrededor nuestro, porque para muchos no tiene sentido gastar tiempo en eso.  
Lo veo todos los días y se hace más evidente en reuniones, eventos y celebraciones donde la gente se pone capas sobre sí mismas, intentando aparentar algo o seguir un rol.  
Tomare por ejemplo un evento en donde por un lado están los dueños y por otro los trabajadores. Los dueños codeándose con quienes tienen grandes títulos, cargos de gobiernos y los trabajadores desviviéndose en elogios para estos. 
En el evento muchas de las personas con altos cargos en los gobiernos. Y en la escalada detrás de las capas intento ver si son las mismas o mismos que años o meses atrás conocí. En algunos apenas una chispa se atisba, entre las marcas, lociones y perfumes caros y el fugaz apretón de mano, la tradicional palmadita en el hombro que unos a otros se dan y el mirar de reojo el asiento asignado. 

El abismo de la desigualdad entre los humanos se va haciendo cada vez más grande porque los humanos lo fomentamos.  Etiquetamos a tajo y destajo. Seguimos “protocolos”, sin considerar que estamos creando un abismo en la educación pero me refiero al de la educación de los buenos modales, ya que aun obteniendo títulos, maestrías, cargos, etc., muchos no saben ser personas tolerantes, formadas humanísticamente,  respetuosas, que comprendan lo que les rodea sin etiquetas de comercio. Somos seres humanos y no hemos sido fabricados en series en maquiladoras. 
Muchas cosas inhumanas e injustas suceden por todas partes, pero nadie tiene el tiempo para hacer algo al respecto. Claro para este tipo de personas de las cuales hoy comento, sino se obtiene un beneficio entonces no tiene caso. Hay que reflexionar y  cada día la vida nos brinda la oportunidad para hacerlo, pero también para actuar, sin pretensiones de reconocimientos, de grandeza, ni de aplausos.  Empieza por conocerte, para que modifiques lo que haya que cambiar. Mira a tu alrededor, ama a la gente por su corazón bondadoso, por su sencillez, por su franca sonrisa, por su humildad, por su felicidad. Finalmente cuando vas adquiriendo más edad reconocerás el valor del tiempo porque cada vez este se va reduciendo y lo único que nos vamos a llevar es el increíble regalo de la vida. Así que procuremos hacer las cosas bien, haciendo bien, sin prisas detengámonos a mirar la belleza de las cosas simples es algo que los niños reconocen y atesoran. Por algo dicen que los viejos nos vamos pareciendo a los niños. 
Lic. Lourdes Robles 
Comunicadora y publicista. Asesora de Comunicación e Imagen de empresarios y políticos y en área creativa de agencias publicitarias.

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