Lo primero que
hay que aclarar es que esos “ejidatarios” no son tales. Allá por 1979, algunos
de ellos solicitaron se les dotara, por vía ejidal, un área que comprendía el
predio hoy en disputa, pero nunca lograron su propósito por tres razones:
primera, no alcanzaban el mínimo de 20 elementos exigido por la ley (eran sólo
17); segunda, se demostró que demandaban tierra con vocación urbana; tercera,
el área solicitada estaba considerada como reserva ecológica. Ante el fracaso,
comenzaron a vender lotes sin ningún respaldo jurídico, a gente de buena fe
pero que desconocía la situación legal del terreno. Para 2001, los traficantes,
encabezados por José Rendón Orozco, Orlando Guerrero Mendo, Guadalupe Olguín y
José Belem Arvizu, reunían ya un total de 70 gentes. Con esa “fuerza”, se
lanzaron a exigir la “regularización” de las ventas fraudulentas. El negociador
por parte del Gobierno del Estado fue el licenciado Axel García Aguilera,
entonces fiscal de bienes inmuebles, quien les prometió la regularización
solicitada, pero, en vez de eso, el 11 de junio se presentó un grupo de
judiciales que, sin más averiguaciones, cargó con 20 colonos que fueron a parar
al penal de San Juan Ixhuatepec. Tres de ellos (Eleuterio Ortega Silva,
Fernando González Medina y Aurelio Padrón Ibarra) fueron condenados a 6 años de
cárcel por los delitos de invasión y fraccionamiento clandestino. Se formaron
entonces tres grupos: el de Orlando Guerrero, el de Guadalupe Olguín y el de
José Belem Arvizu. En 2004, se les agregó otro “dueño legítimo”, Adrian
Santiago Santiago, y, juntos, continuaron la venta indiscriminada e ilegal de
terrenos. Estos son los “ejidatarios” que hoy abandera la presidenta del Moral.
Los abusos y
la reiterada evasiva para regularizar la propiedad, obligaron a los defraudados
a demandar ante las autoridades de Cuautitlán Izcalli el cese de las amenazas
contra los inconformes y una investigación contra Adrian Santiago, por
defraudador. Los nulos resultados los llevaron, finalmente, a buscar el apoyo
de los antorchistas. La actuación de éstos jamás ha sido secreta ni subrepticia
sino abierta y legítima. Pruebas: el 30 de julio de 2008, en oficio
224D16200/131/08, el IMEVIS (el órgano estatal competente entonces) dirigido al
Biol. Jesús Tolentino Román Bojórquez, representante del grupo, asume el
compromiso de regularizar la “fracción G” de la ex hacienda de Santa María de
Guadalupe, Tepojaco, Municipio de Cuautitlán Izacalli. Asume, además, la
desincorporación del área consolidada con asentamientos humanos y su
regularización total. En ese mismo 2008, se fundan una escuela de nivel
preescolar y una primaria, con pleno reconocimiento oficial del gobierno del
Estado de México. En 2009, se refrenda el compromiso de regularizar los predios
y se negocia, con la presidencia municipal, la dotación provisional de agua
potable y de energía eléctrica, entre otros servicios. Existen los documentos
respectivos.
En 2010,
IMEVIS levantó el plano del área, resultando un
total de 27.5 has. que, a decir de la propia dependencia, además de los
lotes habitados, comprendía “un excedente” que Antorcha podría fraccionar, a
condición de pagar el costo total del terreno. Sobre esta base, absolutamente
legal, actúa y actuó siempre el Movimiento Antorchista. De 2005 a la fecha,
todo transcurrió en calma; pero, de pronto, en febrero de este año, los
“ejidatarios” comenzaron a protestar contra el asentamiento. El lunes 5 de
abril, unas 150 personas fueron recibidas por la presidenta que, de inmediato,
les prometió “todo su respaldo” contra un “grupo de extraños, subversivo,
agresivo y belicoso”. Al día siguiente, 6 de abril, “ejidatarios” y distintas
policías, al mando de José Ismael del Moral, padre de la presidenta,
arremetieron contra los indefensos locatarios. Saldo: 43 heridos, 31 vehículos
incendiados total o parcialmente; 14 viviendas destruidas y 40 detenidos,
liberados luego por falta de méritos.
¿Qué pasó
aquí? Nada, es decir, lo de siempre. Se sabe bien que el señor Axel García
Aguilera, ex presidente municipal, ex subprocurador de justicia y fallido
negociador del problema, junto con la presidenta municipal y un grupo de
influyentes, encabezan un gran proyecto para explotar comercialmente la zona. Y
los antorchistas les estorban. Eso es todo. Por su lado, funcionarios del
gobierno mexiquense han pedido a los agraviados que “acepten su reubicación”,
sin dar ningún argumento atendible. El contubernio es claro. La vieja historia
se repite: los ricos a las mejores tierras; los pobres a las barrancas, a los
lechos secos de los ríos, a los cerros y a los peñascales. Y luego, cuando
sobrevienen los derrumbes, los deslaves, las muertes por ahogamiento, ¡a llorar
lágrimas de cocodrilo para desarmar a las víctimas! ¡Y así hasta el infinito,
hasta que el pueblo quiera!
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