jueves, 25 de agosto de 2011

SIN CORTAPISAS



BALUN CANAN, TIJUANA,B.C.-La cultura profesional de los periodistas y de todo aquel que incursione de manera permanente en los medios de comunicación masivo debe ser descrita como una mezcla de códigos, estereotipos, símbolos, representaciones de papeles, rituales y convenciones, relativos a la función de los medios y de los periodistas en la sociedad y a la concepción del producto-noticia, y a las modalidades que guían su confección. El conjunto se traduce en una serie de prácticas profesionales adoptadas e interiorizadas como propias y exclusivas de esta profesión, la que está constantemente en la mira de autoridades y gobernantes y por sus riesgos la hacen ser única. La cultura no es vivida subjetivamente como convención, sino como naturaleza, como algo propio y constitutivo del ser, en este caso del ser periodista, del individuo que es periodista. Aunque muchos de los componentes de la cultura operan en el ámbito de lo inconsciente, la ética es un producto colectivo racional, la reflexión del grupo o de sus representantes o líderes acerca de sus retos, lo que se traduce en un conjunto objetivo de normas, en un discurso moral, normativo, en un texto: los llamados códigos de ética.

SIN CORTAPISAS

El discurso ético es descodificado, interiorizado en el medio (periódico, noticiero de radio o TV, periódico electrónico), el texto informativo (la noticia, el reportaje interpretativo, el artículo de opinión) y la audiencia (que el medio captura y vende a los publicistas). Si trabaja para el Estado, será un componente de esta otra fuerza social. El periodista independiente puede aparecer en este sentido más libre para ejercer este rol de fiscalizador que le impone su marco ético. Pero la gran mayoría de los periodistas, viven cotidianamente la contradicción de vender a sus empleadores (estatales o privados) no sólo su fuerza de trabajo física, sino también la intelectual, lo que restringe su facultad fiscalizadora. Recientes investigaciones nos muestran, constatan cómo los vínculos de los dueños de los medios con grandes grupos económicos y gobiernos de turno, las injerencias de las gerencias el área periodística, y las amenazas y presiones de poderes fácticos, obstaculizan la labor de los periodistas investigadores. Así y todo, su obligación es fiscalizar a cada una de estas tres fuerzas, velando por su valor en juego: los derechos humanos en su más amplio sentido. Sea que trabaje desde el área del Estado, del Mercado o de la Sociedad Civil, deberá estar en permanente vigilancia y, en el caso de los profesionales deberá actuar siempre de acuerdo con su conciencia y rechazará y denunciará cualquier intento de presión que tenga por finalidad hacerle transgredir las normas de su Código Ético.

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