lunes, 25 de noviembre de 2019

Estrenó el CECUT Golem, obra teatral que exhibe los límites de la ciencia

*  Escrita y dirigida por Mario Cantú Toscano, la puesta en escena plantea un drama de supervivencia en el que un grupo de científicos es presa de la duda.


TIJUANA, B.C (SBC).- Golem, una de las dos obras seleccionadas como resultado de la convocatoria lanzada por el Centro Cultural Tijuana, organismo de la Secretaría de Cultura federal, en apoyo al teatro bajacaliforniano, se estrenó este vienes 22 de noviembre para narrar la historia de un grupo de científicos que se encuentra confinado en una estación remota y aislada, donde el espectador ve aflorar las pasiones más mundanas en aquellos seres dedicados, según la creencia popular, a indagar solo la verdad.


No se sabe dónde está aquella estación científica, ni siquiera sus propios moradores, el público solo conoce a través de los diálogos sostenidos entre los personajes que se encuentra lejos de todo, que afuera hace mucho frío y que reciben víveres y suministros cada determinado tiempo.

Escrita y dirigida por el dramaturgo Mario Cantú Toscano, Golem muestra la forma en que se van deteriorando las relaciones entre los cuatro habitantes de la estación científica: dos hombres personificados por Ángel Norzagaray (Samuel, el jefe de la misión) y Emmanuel Vega (David, el recién llegado) y dos mujeres encarnadas por Gisela Madrigal (Sara, la más veterana) y Andrea Camberos (la más joven y quien desde el inicio se ve seriamente perturbada).

Las inquietudes de los investigadores derivan no solo de la condición de encierro a que se ven sometidos en aquel lugar, ni solo de la amenaza de quedarse sin víveres ante la ausencia del helicóptero que periódicamente les suministra provisiones, sino de la existencia de sonidos extraños e incomprensibles cuyas causas no pueden precisar y todas las hipótesis que formulan resultan insuficientes para explicarlos.   

Sin poder escapar de ese lugar, los científicos comienzan a experimentar entonces una serie de sensaciones propias del aislamiento en que se encuentran; de por sí, en un drama de supervivencia, como el que propone Golem, el solo paso del tiempo constituye un factor de tensión cuyo mero transcurrir eleva la tirantez de la situación, a ello se añade la progresiva incertidumbre que se apodera de los científicos al no poder explicar los sonidos que los perturban, hasta convertirlos en un grupo de descreídos ya no solo acerca del sentido de la misión que los tiene allí, sino respecto a su propia actividad.

La catástrofe que simboliza esa duda es mayúscula, incluso mayor a la amenaza exterior que los mantiene crecientemente atemorizados, ruidos extraños e incomprensibles para los cuales la ciencia no puede proporcionar explicación alguna, no hace sino aumentar la tensión entre los habitantes de la estación.

Surgen entonces inquietantes preguntas, circunscritas primero a los pormenores de la misión que cumplen en aquel lugar: ¿qué hacen allí?, ¿cuál es la utilidad de su presencia?, ¿qué sentido tiene la recolección de datos cuyo significado ignoran?, ¿sirve para algo aquella retahíla de signos alfanuméricos que no pueden codificar pero cuyo deber es registrarlos?

A medida que pasa el tiempo y la situación se torna cada vez más crítica, las inquietudes se van multiplicando y si primero se cuestionan los propósitos de la misión que los mantiene confinados en aquel lugar, pronto irán elevando su rango hasta poner en cuestión a la ciencia misma: ¿de verdad tiene todas las respuestas y es el tribunal último de la verdad?   

Tales son las inquietudes que dejó sembradas en el público el montaje llevado a escena por la compañía de Teatro Experimental de la UABC, cuya dirección creativa corrió a cargo de Gama Céspedes, mientras el diseño de escenografía estuvo en manos de Andrea Camberos, para poner en escena la falibilidad del discurso científico al que critica por su pretensión de erigirse como monopolio de la verdad. 

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