jueves, 16 de febrero de 2017

Columna Democracia Efectiva: Botín de Guerra


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Desde tiempos remotos persiste la usanza de compartir las medallas conquistadas en batalla entre los soldados que habían combatido; los griegos, fieles a su filosofía democrática, las repartían por partes iguales como recompensa por el esfuerzo vertido en el campo.

Actualmente, en la arena política de Baja California no hay poder que repartirse, ni disposición para hacerlo, tal vez porque los comandantes (en su estricto sentido etimológico), no llegan a generales sino que son sujetos de una lasciva improvisación.

Sargentos que aspiran a ser grandes generales en un solo paso abundan en las filas de los partidos políticos, vencidos de antemano por el ego que genera un lastimoso y obsesivo deseo por el protagonismo que los aleja de una elemental herramienta para enfrentar la siguiente batalla: la unidad.

Es así que no fue por casualidad que el Partido Nacional Revolucionario (PNR), surgiera en 1929 bajo el lema de “Instituciones y Reforma Social”. Más allá de la instrucción girada por el entonces Presidente Plutarco Elías Calles durante el discurso de su cuarto informe de gobierno, el contexto político, económico y social demandaba soluciones; de esta manera fue que se buscó encausar las demandas de la sociedad mexicana mediante la institución. Una institución creada bajo el auspicio de la disciplina, lealtad y convicción militar.

La autocrítica es un legítimo ejercicio de mejora, por ello me atrevo a compartir estas líneas con los amables lectores que me obsequian parte de su preciado tiempo, puesto que soy un convencido que la adulación y la simulación son visiones subjetivas dignas sólo de los mediocres y los paleros.

Para crecer en la adversidad se requiere de diseñar, ejecutar y supervisar un plan estratégico que nos aleje de la reacción y nos encamine a retomar los principios ideológicos y valores democráticos que nos motivaron a participar en política.

En primer término, es urgente volver a la base de toda institución política, es decir, es preciso atender y escuchar con atención las demandas ciudadanas, conocer a la clase gobernada viéndola a los ojos, palpando sus anhelos y necesidades.

Después, generar alternativas dignas de ofrecerse a quienes más que un voto, depositan su confianza en las urnas durante cada jornada electoral. Al final surgirán los nombres, sin embargo es preciso generar liderazgos y ver nuevas caras, generaciones que se encuentren a la par de la situación, en tiempo, evitando a toda costa heredar los dañinos hábitos a los nuevos rostros de la política.

Lo he dicho antes y lo reitero, gobernar en la oposición es una magnífica oportunidad para identificar en qué estamos fallando y mejorar como ciudadanos, como políticos y como partido. Retarnos a dejar de lado las costumbres que nos atan a un pasado retrograda y dar la bienvenida a la verdadera modernidad.

El camino es muy difícil, agobiante y escarpado por lo que se requiere mucho más que un sólo pelotón para lograr la victoria, se requiere voluntad, disciplina, honestidad y, sobretodo, trabajo en equipo.

P. S.- “Primero el programa, después el hombre”, Jesús Reyes Heroles.

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